jueves, 21 de mayo de 2009

José Guerrero: Los años primeros 1931-1950


Esta exposición se centra en los años de formación del pintor. Nos permite seguir su trayectoria en la búsqueda de la abstracción .

Es fácil distinguir cada etapa y seguir el recorrido del artista ya que la catalogación de las obras, de manera cronológica y temática, hace que el proceso de evolución se nos muestre de forma ordenada hasta llegar a la última sala en la que la abstracción está del todo presente.

Por tanto la exposición se nos muestra como un conjunto de experiencias que el artista va adquiriendo a lo largo de su recorrido artístico para poder llegar así a la abstracción.


Para mi es lo más interesante de la exposición; el poder ver la evolución de José Guerrero, sus tanteos, sus méritos, su estudio del color y de la forma...Poder percibir como su obra va evolucionando, modificándose de una manera lógica. Todos los cambios que va adquiriendo es por el bien de una búsqueda que parece estar en todo momento definida y dirigida hacia un solo fin: la abstracción, el simbolismo, la sumisión de la forma al dialogo entre color y textura.

En toda su obra está muy presente el mundo de la alegoría y del misticismo que es algo casi intrínseco e imprescindible dentro de las obras de José Guerrero. Este misticismo se ve influido por su forma de pintar, despreocupada y atrevida, llena de sentimiento y sensaciones, prescindiendo de la realidad.

La exposición esta dividida en varias salas con muy diferenciadas épocas del artista:

La primera sala “Granada 1931-1946”, se compone de obras que el autor ha realizado sobre esta ciudad. Se encuentran varias acuarelas y óleos en las que se representan paisajes excepto en la obra Gitanos granadinos que sería la única representación de personajes dotados de detalles en toda la exposición puesto que más adelante, en obras como La era de La Alberca, los personajes se muestran de forma poco descriptiva, a modo de manchas y de manera casi icónica.


La segunda sala “La Alberca y otros viajes desde Madrid, 1945-1946” , presenta los trabajos dedicados a La Alberca, las tradiciones hispánicas , lo pintoresco y las esencias religiosas de sus habitantes. Las pinceladas gruesas y atrevidas son el centro de atención en estas obras. Dotan de movimiento al cuadro, de un entorno vivaz y vibrante. Incluso los edificios parecen tener vida gracias a la dirección de las pinceladas, dispersas en la obra pero dirigidas. En la Era de La Alberca (1946) es fácil ver como la hierba danza con el viento, se amontona o se aplasta

 aún estando ausente todo detalle. Las figuras aparecen pintadas por varias pinceladas perdiendo todo el detalle y el realismo pero sin olvidar su significado. En pocas manchas seguimos percibiendo la

 forma de un ser humano o un caballo y su actitud con el entorno.




En la habitación destinada a “Suiza, Roma, Bélgica, Londres, 1947-1949” dan cuenta del tratamiento, progresivamente sintético, que Guerrero haría de los espacios. El detalle prácticamente no existe y las formas son cada vez mas amorfas y atrevidas, apostando por su expresividad más que por su veracidad. A estas alturas de su producción ya se muestran algunas constantes en su trabajo: el interés manifestado por los márgenes y por las aguas o mas bien por las orillas. Aparece un dinamismo compositivo en el que prevalecen las diagonales como es el caso del Paisaje del lago Thun (1947).





Sus obras están repletas de límites definidos a través de cambios brusco del colores componiendo así las imágenes por diferentes piezas, casi a modo de puzzle en el que todas las piezas encajan. Es el caso de Panorámica de Roma (1948) o La aparición 1946 donde los límites están presentes de una manera drástica.





Las acuarelas que se exponen son de una fuerza y frescura envidiables como la de Vendedor de pescado (1949) .Quizás es la pureza del color y su relación con el espacio, la rapidez de la obra y su aparente simplicidad lo que más me ha llamado la atención en estas obras




En la última sala, titulada “En busca de la abstracción” con obras creadas entre 1946 y 1950, se nos muestra ya sus tanteos más directos en la abstracción. El color comienza a abandonar los límites, a manifestarse con más libertad y fuerza, como es el caso de Lavanderas (1950) que es, a mi parecer, la obra mas interesante de la exposición.





La síntesis geométrica está cada vez más presente y su trato con el color comienza a ser mas certero. Gracias a la simplicidad en sus formas, la obra comienza a mostrar una inmensa gama de texturas. Sigue mostrándonos las pinceladas atrevidas, bruscas y cargadas de materia, pero también aparecen muchas texturas suaves, punzantes, agresivas y despreocupadas. Sus composiciones son complejas y armónicas. Un ejemplo de todo esto puede ser Palomas (1949).





Algo que realmente me a parecido certero en la exposición es el no limitarse a mostrar sus cuadros ya finalizados y acercarnos también al mundo del boceto. En cada una de las salas aparecen diferentes bocetos de las obras. Algunas están presentes, ya acabadas, y eso nos permite poder compararlas.

La frescura de los bocetos, la fuerza que poseen por si solos, su naturaleza casi esporádica... me parece extraordinaria y es algo que he valorado mucho en esta exposición.



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